POLÍTICA DE PRIVACIDAD POSADA CAFÉ LA HUERTA
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NUESTRA HISTORIA
A comienzos de la crisis económica de los años treinta, mis padres ocupaban una casa de una sola pieza en las afueras de Houston. Sumados a la gran mayoría que se acostaba con hambre, no consiguieron semillas para su huerta casera y difícilmente mi padre alcanzó a corretear y coger liebres, armadillos o pollos de la pradera con sus propias manos para poner carne en la mesa. Ante esa situación con hijos pequeños malnutridos, recibieron regalados tres demacrados galgos de carreras que revivieron y alimentaron con la carne de animales atropellados en la carretera. Lograron llevarlos hasta la Florida donde sí había pistas de carrera de galgos con apuestas legales, pensando que, si ganaran una carrera con un perro desconocido, su apreciable apuesta arrojaría una bolsa suficiente para construir un pequeño hotel en su propiedad sobre la carretera y así por fin tener un ingreso fijo para mantener la familia. Pero perdieron la apuesta y regresaron sin cinco a Texas.
Su hijo, Richard, se comprometió a reivindicar esa frustración familiar de levantar un hotel. Su grato recuerdo del hospedaje en la pintoresca Posada de Santiago en la entonces colonia portuguesa Timor Oriental, entre Australia y Nueva Guinea, impulsó su determinación de crear un romántico hotel boutique al pie de la cordillera andina. Así logró construir la Posada Café La Huerta en la campiña de Guasca cerca a Bogotá, con sus propias manos y sus propias ideas.
Richard Morgan Stewart
El Jardín Central
Al contemplar el lote recién comprado, a Richard le surgieron tres proyectos inmediatos: levantar un cilindro de mampostería para sostener la fuente elevada, eje del Parque Principal; construir un quiosco al lado y excavar un amplio estanque decorativo alrededor de él. Para formar los contornos de los grados que ascienden hasta el nivel de la base de la pileta se utilizó la tierra removida del estanque. El maestro de obra insistió en colocar una columna en la mitad del quiosco para sostener el techo cónico, pero Richard ideó un anillo hexagonal rígido fijado a las columnas que obvió la necesidad del soporte central.